Por: Mateo Andrango
Quito Wawas Kawsay Muyukuna / Comunidad Ancestral LaToglla
¡Okey, algunas cosas me enfurecen! Y sí, paso del malhumor a la furia con mucha rapidez. Soy un tigre de Bengala, pero no tengo rayas, ni una solita. Nací liso. En la lista de cosas que odio están los días de lluvia, las loras que no paran de gritar y los que me tratan de cobarde. Nada hay nada peor que me llamen gallinita.

Y no salgo a caminar debajo de la lluvia, no porque les tenga miedo a los truenos, sino porque odio la lluvia. Tengo un solo amigo que no se ríe de mí, y es un monito. A veces me pregunto, si él me quiere o si es que me tiene miedo, pero yo lo quiero; no me lo voy a comer.
Hay tigres albinos, es decir, que son blancos como la tiza, con rayas grises, y hay tigres blancos con rayas castaño oscuro. ¿Y cuando a la gente le cuentan que nació un tigre blanco o un tigre albino en el zoológico, qué dicen? Suspiran… “Ah, qué ternurita”.
Pero, si anuncian: “nació un tigre sin rayas”, escupen: “entonces no es un tigre; definitivamente eso que nació sin rayas, no es un tigre”.
¿Y por qué no voy a ser un tigre por tener unas rayas menos o ninguna raya, si mi madre y mi padre eran tigres de Bengala?
Pero el problema de verdad surgió cuando conocí a Amapola, una tigresa bellísima, de verdad. Fue cuando me enamoré de ella. Obviamente, no podía invitarla a pasear por la jungla así, sin ninguna raya. Así que quemé un corcho y me pinté unas cuantas rayas a la que te criaste, para que ella no dudara de mi condición de tigre.
El primer paseo estuvo muy bien; hablamos de nuestras afinidades, ¿okey?
En el segundo paseo, ella me propuso refrescarnos en un arroyo, y yo me negué porque se me hacía tarde. Y en el tercer paseo, ella me dio un lambetazo de amor en la boca que me hizo sentir mariposas en la panza.
Entonces caminamos hablando de lo felices que éramos dando estos paseos, y yo le comenté que me gustaría formar una familia y tener tigrecitos. A ella le gustó mi idea. Sí, ¿okey? Y en ese instante, una nube negra que yo no había visto lanzó su carga de lluvia sobre nosotros.
Yo entré en pánico y corrí, corrí tan rápido como pude, a guarecerme debajo de un banano. Amapola se quedó inmóvil:
—Rudy, ¿a dónde vas? ¿Le tienes miedo a los truenos, como un bebé? —me dijo.
¡Las rayas se me habían ido borrando con el agua! Estaba liso y colorado.
—¿Mañana te mando un mensaje con el monito y nos vemos, okey? —grité.
Pero ella rugió:
—¡Gallina! ¡Gallinita!
Al otro día, el mono vino y me dijo que Amapola estaba fascinada con que yo fuera un tigre liso…
Así que parece que la boda entre ella y yo ¡es un hecho!
Fin.