Su pasión pudo más que las calles

Quito, 19 de febrero de 2025 (Crónica). –  Debajo de los árboles del parque El Ejido, como si se tratara de aferrar a sus raíces para calmar el frío de las noches y el viento capitalino, vivió Cristóbal, un hombre cuya historia familiar marcada por el alcohol fue decisiva para su adultez. Durante casi siete meses, ese parque fue su hogar y la bebida, su único refugio, en compañía de otros corazones perdidos en la misma lucha.

Este hombre, un sastre de profesión, había caído en las garras de la depresión en un momento crucial. La tristeza y el desánimo lo llevaron a perderlo todo. Sin embargo, en medio de la oscuridad, la luz de la generosidad de extraños le permitió sobrevivir con la comida y ropa que le regalaban. Caminaba sin rumbo por las calles del Centro Histórico, esperando que el día pasara rápido, solo para enfrentar las noches heladas junto a sus amigos de la calle, buscando calor en el alcohol, hasta perder la conciencia.

Un día, la vida le ofreció un nuevo horizonte. El equipo de abordaje del Patronato Municipal San José lo encontró y le habló. Le ofrecieron un lugar en el servicio para personas habitantes de calle del Municipio de Quito, en el que podría dormir, comer, asearse y pensar en su recuperación. Fue un punto de inflexión y sintió que aquí podía reconstruir sus sueños perdidos. De a poco, las asistencias psicológicas, terapias grupales y talleres ocupacionales dieron los primeros resultados para dejar su adicción.

El equipo del Patronato se contactó con don José, su antiguo jefe en un taller de sastrería y consiguieron una oportunidad para Cristóbal, quien volvió a trabajar en lo que más le apasionaba: la confección de trajes. El apoyo y la confianza depositados en él, han permitido que deje de a poco el alcohol. Se siente bien y con ganas de seguir nuevos propósitos.

Esta es una historia de redención y esperanza, un testimonio de cómo la bondad y las segundas oportunidades pueden transformar a las personas. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz al final del túnel. 

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